lunes, 26 de mayo de 2014

Las prerrogativas de los mejores. Cap. 1

El sábado me castigué mirando la final de la Champions League. Siempre fui un simpatizante del Real Madrid, capaz porque el cuadro de mi corazón sufrió los años negros de su historia durante la mayor parte de mi infancia y adolescencia, Peñarol el campeón del Siglo 20, tuvo el peor arranque de Siglo 21. Por otro lado el mejor europeo del Siglo 20 contaba con la plantilla de los Galácticos, y desde el primer momento que vi al dolape Zidane hacer magia por el rectángulo verde, le di mi aprobación al cuadro.

Así y todo me volqué a alentar al humilde y sudamericanizado Atletico de Madrid, dirigido por el argentino Cholo Simeone y contando con los uruguayos Godín y Cebolla Rodriguez en el plantel.

A decir verdad el partido no fue la gran cosa, salvo por le emoción con que se dio vuelta un 1-0 (marcado por Godín) con un cabezazo de Sergio Ramos al minuto 90+3. En la prorroga el Real se comió al Atleti por un rotundo 4-1, otorgándole a los blancos la décima copa de campeones de su historia.
El exagerado festejo
Acá fue que reapareció Cristiano Ronaldo, con un 3-1 a favor tiró bicicletas y tuvo la fortuna de marcar, de penal, el 4-1 final.
En un exceso de egocentrismo, festejó este intrascendente gol sacándose la camiseta y tirándola, para terminar mostrando su trabajadísimo físico frente a cuanta cámara se posó en él, y a esa altura eran todas las cámaras del mundo.

Más alla de la demagogia de esta actitud, hay que prestar atención al enorme hecho de que CR7 llegó a la histórica cifra de 17 goles en una Champions, algo nunca antes logrado. Convirtiéndose en el máximo goleador histórico en una temporada del torneo.
Fue criticado por sus bicicletas, por su festejo, por su egocentrismo; yo mismo encuentro despreciable el hecho de desparramar casi con asco la camiseta del equipo en el festejo, pero no podemos negar que el tipo fue el mejor del torneo y el mejor del 2013.

Siempre he dicho que los grandes tienen la humildad de los grandes, valga la redundancia. Sin embargo a la hora de los hechos se puede comprobar que esto no es una regla universal y dogmática. Es simplemente que entre los mejores hay humildes y hay egocéntricos.

La eterna comparación del picante Cristiano es con quien puede considerarse su antítesis, el argentino Lionel Messi, un tipo medido, callado, de perfil muy bajo, que a fuerza de magia inigualable le ha ganado a Ronaldo en todo.
Por mi parte encuentro que Messi es un “tocado por la varita”, un tipo que si bien debe romperse el culo cada día de su vida para ser lo que es, ha sido bendecido con un talento natural por los Dioses del Fobal, CR7 por el otro lado es un tipo cuya habilidad es innegable y su capacidad física deslumbrante, sin embargo encuentro que estaría un escalón más abajo en la consideración de las deidades futboleras, que sería algo así como Hércules y Messi directamente Hefestos. Sin embargo Ronaldo es motivado por una fuerza destructora interna, que lo lleva a perfeccionarse día a día en cada pequeño detalle de su juego.

Esta misma fuerza lo lleva a ser tan polémico, tan egocéntrico, tan fantasma.
Sin embargo nadie va a decir de acá a 20 años, “CR7 era un agrandado bocón.” Pueden decir “CR7 era un agrandado bocón, que la rompía y rompió cuanto récord pudo.”
Le gusta mostrar sus trofeos, futbolísticos y no futbolísticos, es enfermantemente metrosexual, egoísta y ególatra.

Y a pesar de todo esto es uno de los mejores y todos le reconocemos como tal.
Desde que estos dos fenómenos aparecieron siempre he dicho una sola cosa: Ser grande y humilde no es fácil, pero ser grande y agrandado es más difícil todavía.
Cristiano entra en la última categoría como primer abanderado, pero cada una de sus asquerosas actitudes egocéntricas es respaldada con una implacable, innegable y hermosa demostración de magnificencia futbolística.
Al señor CR7, Balón de Oro 2013, Campeón y Goleador histórico en una temporada de CL,

                               Salú.

lunes, 5 de mayo de 2014

La capacidad de asombro no tiene límites

Hoy me desperté tras una noche de poco sueño y mucha ansiedad. Hoy me levanté para la entrevista más importante de mi vida, el momento cumbre de mi existencia, el momento para el cual me he preparado desde que tengo 15 años y acceso a internet.

Hoy tuve una entrevista en una empresa de desarrollo web, es decir que ayuda a páginas web a alcanzar su mayor potencial.
Ésta empresa en particular trabaja con sitios para adultos, como bien especificaron en la oferta que recibí por mail, es decir pornografía.

Si señor, en este lugar se describen sitios porno, películas, videos, imágenes, lo que sea, dentro del mundo porno.

Repito, me he preparado, sin saberlo, durante toda mi vida para este momento.

Así que allí fui, de zapatos, camisa, buzo escote en v, pantalón claro; prácticamente fui de esmoquin, pero quería demostrar que iba en serio, que me comprometía con el laburo, que me ponía la camiseta. Si vamos a trabajar con porno, se hace con estilo.

“Hola Agustín, soy Manuel” Dijo un hombre en sus 27-28 años, de algo así como 2 metros de alto, con lentes redondos y pelo negro largo, enrulado.
Me presentó a su socio, un irlandés calvo, cuyo nombre no logro recordar, ya que a medida que avanzaba por el apartamento del noveno piso de un edificio en el centro de Montevideo, iba mirando hacia las oficinas grupales, donde se vislumbraba gente de auriculares, escribiendo a mil km/h mientras en las pantallas se observaban fotos y videos porno. Esto realmente estaba sucediendo!

Tras una entrevista con los dos muchachos paso a realizar una prueba escrita, en una de las oficinas. Manuel tomó su lugar en su escritorio en el centro y yo me senté entre dos jóvenes que escribían aislados del mundo en sus teclados. Para mi, esos dos estaban viviendo el sueño.
La prueba consistía en describir en inglés distintas páginas, videos y categorías pornográficas. Saque de mi cerebro todo el conocimiento adquirido y traté de volverme loco, mientras tanto el tipo a mi izquierda daba signos de vida mediante expresiones del tipo “Estás mal de la cabeza, jajaja!” o “Faaaaa, que hija de puta”. Como dije, el tipo vivía el sueño, yo quería lo mismo, así que di lo mejor de mí.

Finalmente me despedí del amable Manuel y mientras bajaba en el ascensor iba recapitulando cada momento, disfrutando de esta experiencia, que no importa el desenlace, ha sido una de las más surreales que he vivido.

Mientras caminaba de vuelta por la transitada 18 de Julio a las 11.30 a.m. recibí una señal del cielo, haciendo fila en un cajero, como un mortal más, estaba Julito Ríos.
Sus zapatos negros podrían fácilmente reflejar su cara bronceada artificialmente, impecablemente peinada y finalizada con gafas negras. Su traje, hecho a medida, negero con pequeñas rayas blancas lo resaltaba entre la muchedumbre, principalmente estando entre la típica doña con bolsas de supermercado y una mamá con dos niños, uno obviamente, llorando.
Lo miré y me vi reflejado en sus lujosas gafas, mientras en mi cabeza escuchaba las palabras que definirían el día de hoy, y por el contrario de lo que dice su libro:


“La capacidad de asombro no tiene límites”