lunes, 22 de septiembre de 2014

De lo que pensé el finde

El pasado finde me junté con un amigo, a charlar boludeces y discutir de la vida. En si la premisa era que él me iba a acompañar a fumar mi primer porro, por un deseo manifestado por mi bajo los efectos de una borrachera hacía unas semanas atrás.
Hablamos de todo un poco y para mí el poder compartir con una persona a la que aprecio y ver el mundo a través de los ojos de otra persona es un estado máximo de goce. Por eso decidí que en realidad no necesitaba, ni quería empezar un baile con María.
Finalmente mi amigo comenzó el sagrado ritual de armar uno, que si yo cambiaba de opinión le dijera, mientras tanto él fumaría. Entre pitos y flautas la charla siguió, y en un cierto nivel siento que la empatía que se genera me permite relajarme tanto como parecía relajarse él bajo los efectos del cannabis. En estos momentos la charla deviene en mi negativa a probar y el por qué tras esa posición. Simplemente digo lo que sentía, no estaba seguro, y cuando de algo no estoy seguro prefiero no hacerlo, ya que el instinto es una fuerza que, a mi entender, viene del fondo mismo del cerebro, y es una certeza disfrazada de incertidumbre.
La conversa sigue por el camino de las drogas, y las confesiones de mi interlocutor comienzan a escalar repentinamente.
Amigo: “Yo he probado de todo.”
Bocha: “ Como de todo? Que fue lo más fuerte que probaste?”
Y quizás lo que haya probado, o no probado, lo que haya usado durante un período o durante un minuto, no es lo que viene al caso.
Lo que a mí me parece que es muy importante, es el por qué. Cuál es la razón por la que recurrimos a sustancias externas para encontrar algo que deberíamos poder hallar dentro de nosotros.
Encuentro que el consumo, ya sea de plantas de la tierra o cristales sintetizados en un laboratorio, es el triunfo máximo de la materia sobre el espíritu. Necesitar de un polvo mágico o un cartón  lisérgico para poder pasar bien, relajarme, soltarme, desinhibirme, me parece desolador y preocupante.
Y antes que nada quiero decir que no soy nadie para hablar de que está mal o que es una pérdida de valores y moral. De ninguna manera, porque yo soy el primero en reconocer que he bebido litros y litros de alcohol para “pasar bien” en un baile, una reunión o en una cita. Y el resultado sin duda que es nefasto. Incomparable en mi subjetividad con el consumo de alguna otra droga, ya que no conozco efecto distinto al alcohol. Pero sin duda que es catastrófico física y mentalmente, emborracharse para aflojar tensiones.
Mi peor parte sale a la luz cuando me intoxico con etanol, externamente me vuelvo agresivo y desagradable. Internamente una depresión latente se apodera de mi.
Es así que empiezo a preguntarme,” ¿no será posible, divertirme sobrio? ¿relajarme con solo mi propia compañía?”.
La respuesta parece hacerse esperar.
En una introspección recuerdo una entrevista que vi cuando era chico (10 u 11 años), al grupo argentino de rock, Ataque 77. En ésta el periodista consulta al vocalista sobre su opinión del consumo de drogas. La respuesta me quedó grabada en la psique: “Hoy, para ser rebelde, hay que estar con la cabeza limpia de sustancias.”
Me pareció buena la respuesta, y la guardé como verdadera (todavía lo hago).
Continuando con esta charla, días después se repitió el tema con otro amigo, hablando sobre la aparente adicción a la cocaína de una figura conocida de la televisión.
Ante mi alarma y negativa sobre el tema, la frase que me dijo me pareció el máximo exponente de la falta de cuestionamiento: “La banda toma porque está pasada, porque le sirve.” Y lo dijo sacando peso al tema, como validándolo.
Esa fue toda la justificación que la cabecita de mi amigo pudo elaborar, probablemente dándole el beneficio de la duda a alguien allegado a él.
Para mi, fue triste. Porque son conocidos los efectos adversos y adictivos de esta sustancia. El que se pueda pensar en que es más común el consumo que el no consumo me hizo sentir solo en esta cruzada.
Sin embargo todos tenemos que trazar una línea, y aca está la mía. Que la banda tome porque está pasada no es una justificación, ni mucho menos un tema que deba dejarse pasar como indefenso.
Es así que me pongo a pensar en que el sistema oprime y la forma de descomprimir es huyendo con pociones mágicas, que irónicamente son las que mueven el sistema.
A todos, consumidores y no consumidores, pasados y no pasados.

Un abrazo, Agustín.

miércoles, 16 de julio de 2014

El Mundial de fobal 2014

Tras un mes entero de puro futbol (más cantidad, que calidad), es claro que se podría hacer un infinito desglose de todo lo que se vio, vivió, escuchó y sintió.
Sin embargo no son tantos los puntos que me interesan transcribir; a continuación un detallado y muy subjetivo análisis de los momentos más sonantes del mundial de futbol Brasil 2014, a mi entender.

En primer lugar está el fanatismo cuasi-extremo que se apodera de las personas cuyas escuadras nacionales integran esta justa deportiva.
Principal y comprobablemente lo está mi sentimiento celeste, más fuerte que nunca en esos días. Sentimiento que se exacerba cuando veo como somos subestimados por las potencias mundiales.
También se puede ver en personas de un amplio grupo etario, desde chicos de 13 años hasta adultos de 60 años. Desde deportistas amateurs hasta amas de casa que nunca tocaron una pelota.
Todos los habitantes del planeta fútbol están en sintonía con su selección, vibrando, sufriendo y festejando al unísono, según los resultados.
Una vez liquidada la participación de su equipo, el hincha vuelve a ser un transeúnte más, con su ritmo, pasiones y repulsiones propias y ajenas al colectivo antes mencionado.


Como segunda idea, está la estirpe heroica de la que se compone el futbol (y por qué no? El pueblo) uruguayo.
Dados por muertos tras el primer partido contra la ignota Costa Rica en el que cayó 1-3, los uruguayos ensombrecidos en su semblante, no creíamos poder ganarle a 2 europeos campeones del mundo en 2 semanas, ya que no se podía haber logrado una victoria mundialista sobre europeos hacía más de 50 años.
Así y todo, el Uruguay entero corrió 90 minutos contra los flemáticos Ingleses, que estaban en nuestra misma situación: Win or Go home.
Con la resurrección de Luis Alberto Suarez (nombre de hombre) y sus 2 goles, el pueblo uruguayo festejó.
Lo mismo ocurrió en el siguiente partido, contra el austero Catenaccio de los italianos, que solo necesitaban empatar para pasar de fase. El dios futbol castiga a los que elucubran, y así sucedió con los italianos, se resguardaron cobardemente y la gigante espalda del novísimo capitán Godín nos mandó propulsados a los octavos de final, saludando con un puño apretado al infame Grupo de la Morte.


Lo tristemente célebre también tiene su presencia en este resumen, la nefasta mordida de Luisito Suarez al rústico Chielini.
La que todos negamos pasionalmente, aun con las imágenes claras que proporcionaron las chiquicientas cámaras del estadio.
Lo peor llegó al día siguiente, cuando la FIFA fue presionada por las superpotencias que habían quedado afuera (junto con los millones de dólares que hubieran podido gastar) que pedían la cabeza del uruguayo en bandeja de plata.
Así se hizo, pero como Suarez se transformó en enemigo de la Reina se decidió castigarlo ejemplarmente.
Todos sabíamos que iba, y debía ser, sancionado. El veredicto fue exagerado, y con el bajón anímico de ver a su estrella proscrita de la competencia, Uruguay cayó derrotado ante Colombia.

Otro punto caliente es la maestría de Oscar Washington Tabárez. Un tipo que demostró saber más que los 3 millones de técnicos que mirábamos los partidos por T.V.
Con implacable estudio, el Maestro planteó verdaderas estrategias futbolísticas, acordes al rival y a la capacidad de juego celeste.
También dio una lección de consecuencia ideológica al renunciar a su cargo FIFA tras la injusta sanción a Suárez, al que nunca dudó en defender ante las arremetidas de los periodistas ingleses y calificar a éstos de moralistas baratos.
Al Maestro Tabárez, por todo esto, muchas gracias.

Saliendo del lado Uruguayo, quiero hablar sobre Brasil, un Brasil triste y falto de cualquier cosa semejante a un estilo de juego concreto, mucho menos al famoso “Jogo Bonito”.
Un Brasil que desde el primer momento se vio como carecía de todo, salvo de un referente, como lo fue el tibio Neymar.
Brasil avanzó hasta semifinales porque enfrentó a cuadros de mentalidad derrotista como lo fueron Chile (con su delantero tatuándose su propia falla tras el partido) y a los auto-inflados colombianos.
A la hora de enfrentarse a un cuadro verdadero como Alemania, conocieron la realidad de ellos mismos.
Y también el mundo, al ver como los hinchas pedían por favor a los Alemanes que derrotaran a Argentina.

Una de las mayores alegrías que presentó este mundial, fue la igualdad futbolística a la que han llegado casi todas las selecciones. Es así que cuadros como Costa Rica desbarataron los planes de todos sus
contrincantes en primera fase y en octavos. Así fue como la humilde Argelia hizo sufrir a la poderosa Alemania durante 120 minutos.
Todo esto demostró que las distancias se han acortado y que todos los países pueden apuntarse como contrincantes, mostrando que el fútbol ha tomado una trascendencia inesperada en casi todos los rincones del globo.


Terminando con el artículo el punto más triste a mi parecer, es como despreciamos a nuestros vecinos y hermanos Argentinos, siendo que ellos siempre nos han tratado como ese hermano menor al que protegen cariñosamente.
La mayoría de los uruguayos alentó a los fríos alemanes, que probablemente piensen en nosotros como unos indios que deberíamos ser conquistados.
Incapaces de reconocernos en los Argentinos la gente festejó el triunfo tetutón mientras yo me sentí derrotado junto a los 23 jugadores que representaban a un país que no es más que un Uruguay más grande.
Muchos dirán que estoy loco, pero no lo creo, en este mundial Argentina llegó a donde llegó de la manera que Uruguay lo hubiera hecho, cuchillo entre los dientes, estrategia de aguante y mucho huevo.
Llegado el fin de este encuentro deportivo no queda más que agradecer al futbol por los momentos hermosos que es capaz de brindar.

A los jugadores, hinchas y también a los que no les importa un pito el fobal,

Salú.

lunes, 26 de mayo de 2014

Las prerrogativas de los mejores. Cap. 1

El sábado me castigué mirando la final de la Champions League. Siempre fui un simpatizante del Real Madrid, capaz porque el cuadro de mi corazón sufrió los años negros de su historia durante la mayor parte de mi infancia y adolescencia, Peñarol el campeón del Siglo 20, tuvo el peor arranque de Siglo 21. Por otro lado el mejor europeo del Siglo 20 contaba con la plantilla de los Galácticos, y desde el primer momento que vi al dolape Zidane hacer magia por el rectángulo verde, le di mi aprobación al cuadro.

Así y todo me volqué a alentar al humilde y sudamericanizado Atletico de Madrid, dirigido por el argentino Cholo Simeone y contando con los uruguayos Godín y Cebolla Rodriguez en el plantel.

A decir verdad el partido no fue la gran cosa, salvo por le emoción con que se dio vuelta un 1-0 (marcado por Godín) con un cabezazo de Sergio Ramos al minuto 90+3. En la prorroga el Real se comió al Atleti por un rotundo 4-1, otorgándole a los blancos la décima copa de campeones de su historia.
El exagerado festejo
Acá fue que reapareció Cristiano Ronaldo, con un 3-1 a favor tiró bicicletas y tuvo la fortuna de marcar, de penal, el 4-1 final.
En un exceso de egocentrismo, festejó este intrascendente gol sacándose la camiseta y tirándola, para terminar mostrando su trabajadísimo físico frente a cuanta cámara se posó en él, y a esa altura eran todas las cámaras del mundo.

Más alla de la demagogia de esta actitud, hay que prestar atención al enorme hecho de que CR7 llegó a la histórica cifra de 17 goles en una Champions, algo nunca antes logrado. Convirtiéndose en el máximo goleador histórico en una temporada del torneo.
Fue criticado por sus bicicletas, por su festejo, por su egocentrismo; yo mismo encuentro despreciable el hecho de desparramar casi con asco la camiseta del equipo en el festejo, pero no podemos negar que el tipo fue el mejor del torneo y el mejor del 2013.

Siempre he dicho que los grandes tienen la humildad de los grandes, valga la redundancia. Sin embargo a la hora de los hechos se puede comprobar que esto no es una regla universal y dogmática. Es simplemente que entre los mejores hay humildes y hay egocéntricos.

La eterna comparación del picante Cristiano es con quien puede considerarse su antítesis, el argentino Lionel Messi, un tipo medido, callado, de perfil muy bajo, que a fuerza de magia inigualable le ha ganado a Ronaldo en todo.
Por mi parte encuentro que Messi es un “tocado por la varita”, un tipo que si bien debe romperse el culo cada día de su vida para ser lo que es, ha sido bendecido con un talento natural por los Dioses del Fobal, CR7 por el otro lado es un tipo cuya habilidad es innegable y su capacidad física deslumbrante, sin embargo encuentro que estaría un escalón más abajo en la consideración de las deidades futboleras, que sería algo así como Hércules y Messi directamente Hefestos. Sin embargo Ronaldo es motivado por una fuerza destructora interna, que lo lleva a perfeccionarse día a día en cada pequeño detalle de su juego.

Esta misma fuerza lo lleva a ser tan polémico, tan egocéntrico, tan fantasma.
Sin embargo nadie va a decir de acá a 20 años, “CR7 era un agrandado bocón.” Pueden decir “CR7 era un agrandado bocón, que la rompía y rompió cuanto récord pudo.”
Le gusta mostrar sus trofeos, futbolísticos y no futbolísticos, es enfermantemente metrosexual, egoísta y ególatra.

Y a pesar de todo esto es uno de los mejores y todos le reconocemos como tal.
Desde que estos dos fenómenos aparecieron siempre he dicho una sola cosa: Ser grande y humilde no es fácil, pero ser grande y agrandado es más difícil todavía.
Cristiano entra en la última categoría como primer abanderado, pero cada una de sus asquerosas actitudes egocéntricas es respaldada con una implacable, innegable y hermosa demostración de magnificencia futbolística.
Al señor CR7, Balón de Oro 2013, Campeón y Goleador histórico en una temporada de CL,

                               Salú.

lunes, 5 de mayo de 2014

La capacidad de asombro no tiene límites

Hoy me desperté tras una noche de poco sueño y mucha ansiedad. Hoy me levanté para la entrevista más importante de mi vida, el momento cumbre de mi existencia, el momento para el cual me he preparado desde que tengo 15 años y acceso a internet.

Hoy tuve una entrevista en una empresa de desarrollo web, es decir que ayuda a páginas web a alcanzar su mayor potencial.
Ésta empresa en particular trabaja con sitios para adultos, como bien especificaron en la oferta que recibí por mail, es decir pornografía.

Si señor, en este lugar se describen sitios porno, películas, videos, imágenes, lo que sea, dentro del mundo porno.

Repito, me he preparado, sin saberlo, durante toda mi vida para este momento.

Así que allí fui, de zapatos, camisa, buzo escote en v, pantalón claro; prácticamente fui de esmoquin, pero quería demostrar que iba en serio, que me comprometía con el laburo, que me ponía la camiseta. Si vamos a trabajar con porno, se hace con estilo.

“Hola Agustín, soy Manuel” Dijo un hombre en sus 27-28 años, de algo así como 2 metros de alto, con lentes redondos y pelo negro largo, enrulado.
Me presentó a su socio, un irlandés calvo, cuyo nombre no logro recordar, ya que a medida que avanzaba por el apartamento del noveno piso de un edificio en el centro de Montevideo, iba mirando hacia las oficinas grupales, donde se vislumbraba gente de auriculares, escribiendo a mil km/h mientras en las pantallas se observaban fotos y videos porno. Esto realmente estaba sucediendo!

Tras una entrevista con los dos muchachos paso a realizar una prueba escrita, en una de las oficinas. Manuel tomó su lugar en su escritorio en el centro y yo me senté entre dos jóvenes que escribían aislados del mundo en sus teclados. Para mi, esos dos estaban viviendo el sueño.
La prueba consistía en describir en inglés distintas páginas, videos y categorías pornográficas. Saque de mi cerebro todo el conocimiento adquirido y traté de volverme loco, mientras tanto el tipo a mi izquierda daba signos de vida mediante expresiones del tipo “Estás mal de la cabeza, jajaja!” o “Faaaaa, que hija de puta”. Como dije, el tipo vivía el sueño, yo quería lo mismo, así que di lo mejor de mí.

Finalmente me despedí del amable Manuel y mientras bajaba en el ascensor iba recapitulando cada momento, disfrutando de esta experiencia, que no importa el desenlace, ha sido una de las más surreales que he vivido.

Mientras caminaba de vuelta por la transitada 18 de Julio a las 11.30 a.m. recibí una señal del cielo, haciendo fila en un cajero, como un mortal más, estaba Julito Ríos.
Sus zapatos negros podrían fácilmente reflejar su cara bronceada artificialmente, impecablemente peinada y finalizada con gafas negras. Su traje, hecho a medida, negero con pequeñas rayas blancas lo resaltaba entre la muchedumbre, principalmente estando entre la típica doña con bolsas de supermercado y una mamá con dos niños, uno obviamente, llorando.
Lo miré y me vi reflejado en sus lujosas gafas, mientras en mi cabeza escuchaba las palabras que definirían el día de hoy, y por el contrario de lo que dice su libro:


“La capacidad de asombro no tiene límites”

miércoles, 19 de marzo de 2014

Tengo miedo y estoy enojado

Estoy enojado y tengo miedo…

Casi que desde mis primeros años en la veintena o un poco antes empecé a sentir que la infancia realmente se iba, o se va. Eso me generó hasta el día de hoy con 22 años y 9 meses una sensación no identificada pero que no es positiva.

Hace poco decidí encontrar el nombre de esa sensación y fue mucho más fácil de lo que creí.

Estoy enojado y tengo miedo.

Estoy enojado por todo lo que fue y lo que no fue, por lo que hice y lo que no hice, pero por sobre todo estoy enojado por lo rápido que pasó esa época y no haberme dado cuenta  de lo lindo que era.

Tengo miedo de la vida, de lo que implica trabajar, estudiar, crecer, de saber que no siempre voy a poder contar con el respaldo de mis viejos, que tan seguro y por descontado tenía en mi adolescencia.

Estoy enojado por las oportunidades que dejé pasar, por los amigos que deje ir, por haber hecho las cosas pensando en el famoso “que dirán”.

Tengo miedo de estar solo, de no encajar, de no ser aceptado. Tengo miedo del paso del tiempo, que se llevará personas queridas, que me mirará desde el espejo cada día, y me retará a dejar un recuerdo en la historia, dándome un lapso cortísimo para hacerlo, aunque te hagan creer que es largo.

Estoy enojado por las falsas emociones, los discursos planeados, la postura cuidada y pensada, el inherente aparentar que nos plantea la vida adulta y su idiosincrasia.

Me pasé el último año mirando viejas series de tv, películas de hace 10 años, jugando videojuegos retro, todo por no aceptar la transición por la que tarde o temprano debo pasar.
Que logré haciendo esto? Hundirme en un hueco, de miedo y enojo.
Y ahora que hacer? Lo único que puedo decir es que ahora debo tener miedo y estar enojado, pero por qué?
Enojo a no avanzar, a no aprovechar las nuevas oportunidades.
Miedo a no crecer con el paso del tiempo, a aferrarme a un pasado lindo y convertir mi presente en un momento sin futuro.
Estoy enojado con el enojo y le tengo miedo al miedo, pero una vez mi viejo me explicó la diferencia entre un valiente y un temerario:
“El temerario no puede ser felicitado, ni admirado, el temerario no tiene miedo, no lo siente, es inconsciente del peligro, se enfrenta a situaciones extremas porque no le preocupa lastimarse. En cambio el valiente siente miedo, conoce el peligro y comprende los riesgos, sabe que puede lastimarse y sin embargo se sobrepone al miedo y lo enfrenta, mirándolo a los ojos.”

Mi viejo, de los héroes de mi infancia él es el que permanece. Es por esto que a todos los que se sientan como yo, o lo hayan hecho, les digo que ahora es el momento en que aceptamos el hecho de sentir miedo y de estar enojados, logremos saber por qué lo sentimos y de esa manera enfrentarlo.

Seamos más valientes y menos temerarios.

Está bien tener miedo, lo que no está bien es no enfrentarlo.

sábado, 15 de febrero de 2014

Serie de verano

Recientemente miré la serie Neon Genesis Evangelion, conocida como Evangelion.
Es una serie distópica, ubicada en el 2015, en un mundo que se ha recuperado de un cataclismo llamado “Segundo Impacto”, que destruyó el polo sur del planeta, inundando distintas partes del mismo. Al momento de la trama se han construido nuevas ciudades, por ejemplo Tokyo 3, donde se sitúa la acción de este animé.
Esta ciudad es construida sobre una fortaleza subterránea inmensa, lo que permite retraer los edificios centrales hacia el subsuelo, protegiéndolos de eventuales peligros.
En esta ciudad se encuentra la organización NERV, encargada de la construcción de unos robots biomecánicos gigantes llamados EVANGELION o Evas, los cuales se encargaran de proteger a la Tierra de unos monstruos inmensos, que según unos antiguos manuscritos llegaran a partir de ese año.
La verdadera atracción de esta serie comienza una vez que se presentan los personajes principales, cada uno con sus propios deseos, miedos, personalidad, traumas, etc.
A lo largo de los episodios cada personajes se va desarrollando en sus distintos ángulos, lo que hace la serie verdaderamente entretenida, y los secretos se van revelando poco a poco, teniendo que estar el espectador muy atento.
Es increíble como la acción, si bien es de una gran calidad, pasa a segundo plano en esta serie, teniendo mucho más peso la psicología individual de cada personaje.
En su época marcó un hito en la historia del animé, creando una especie de revolución, logrando mantenerse por dos años consecutivos en el puesto 1 de mejor animé de Grand Prix de la revista Animage.
Sus dos últimos episodios tuvieron gran controversia, generando así defensores y detractores del final de esta obra. Hideaki Anno, el creador y director, declaró que estaba feliz con el final, sin embargo para 1997 el estudio decidió hacer la película The end of Evangelion dándola como la finalización oficial de la serie.
Muchos hablan de la gran carga simbólica teológica que esta serie posee, lo cual es sin duda una realidad desde el mismo título de la serie, sin embargo el verdadero hilo va por el lado psicológico, realmente bien desarrollado. El mismo Anno ha confirmado que durante la serie comenzó a leer libros de psicoanálisis, razón por la que se cree que la serie se fue volviendo muy analítica sobre el final.
Anno fue depresivo clínico durante años y se cree que muchas de sus luces y sombras están plasmadas en los personajes, incluso se rumoreó de un posible intento de suicidio hacia el final de la serie del director.
En fin, mi conclusión es que es altamente disfrutable, no se deben mirar más de dos capítulos seguidos si no se quiere terminar con grandes dolores de cabeza y mirarla más de una vez para entender la trama y sus detalles.

Puntaje: 4 bochas y medias/5 bochas.